Historia

Breve Historia del concejo de Santo Adriano

Los primeros vestigios que nos remiten a los inicios de la colonización del territorio de Santo Adriano se remontan a la Prehistoria, concretamente al Paleolítico Medio, en el que grupos humanos habitan grutas y abrigos en los que han dejado su testimonio en forma de arte parietal tanto inciso como pintado, y de carácter tanto esquemático como figurativo.

El interés de Santo Adriano, desde el punto de vista prehistórico, cobró relevancia desde 1915, año en el que el Conde de la Vega del Sella iniciaría sus campañas de excavación de la Cueva del Fornu (posteriormente rebautizada por la arqueología internacional como “Cueva del Conde”, en homenaje al ilustre personaje que fijara su atención en dicho yacimiento: el Conde de la Vega del Sella).

La importancia de la Cueva del Conde queda atestiguada por la inequívoca datación del asentamiento humano, con origen en el Auriñaciense Medio (superpuesto a un nivel del Musteriense Final) y niveles de transición al Paleolítico Superior, lo que en términos cronológicos le confiere una antigüedad en torno al 35.000 a.C. A finales de los años sesenta sería objeto de una nueva campaña de excavación, dirigida por el norteamericano L.G. Freeman, que en la publicación de los resultados, afirma: “la Cueva del Conde es el único caso concebible de un yacimiento con una ocupación auriñaco-musteriense de toda la Península Ibérica”. El reciente descubrimiento de restos humanos contextualizados en su horizonte más antiguo de ocupación, ha despertado el interés de D. Juan Luis Arsuaga Ferreras, Co-Director del Yacimiento de Atapuerca (Burgos), quien ha iniciado una nueva campaña de excavaciones que se prolongará los próximos cinco años –hasta 2009- ampliando considerablemente el área de estudio de la cueva.

A escasa distancia de la Cueva del Conde, se encuentran otros tres yacimientos que, a priori, guardan estrecha relación con ella: La Cueva del Ángel, el Abrigo de Santo Adriano, las Cuevas de Los Torneiros y la Cueva de El Rebollal (todas ellas en el Valle de Tuñón), tres de ellas con arte parietal representado por medio de grabados y pinturas de bóvidos, équidos, cápridos y cérvidos. La abundancia de restos óseos animales con huellas de carnicería y útiles relacionados con la actividad cinegética, prueba la importancia de un valle que, sin duda, fue un importantísimo cazadero en el Paleolítico.

A falta de documentación arqueológica referente al periodo que abarca desde el Epipaleolítico y el Neolítico hasta la Edad del Bronce (aun cuando sí son muy abundantes las referencias de estas épocas en los territorios limítrofes), las expresiones materiales de lo que se conoce como “cultura castreña” (con inicio en el siglo VIII a.C. y final en la romanización) sí son muy importantes en santo Adriano. En un territorio que apenas llega a los 23 km2 se conservan seis castros en otros tantos puntos culminantes y dominantes sobre los espacios productivos del municipio, aunque hasta el presente ninguno de ellos ha sido excavado; son: la Peña El Castiellu de Guanga; el Cantu l’Arbeyal; El Collaín; Peña Constancio; el Picu Les Pedreres y el Picu’l Castiellu. Estos dos últimos, hoy en día inmersos en los límites administrativos de los Concejos de Ribera de Arriba y Oviedo, respectivamente, si bien deben ser adscritos por razones tanto históricas como derivadas de la topografía (por cuanto defendían áreas del Santo Adriano actual) a nuestro patrimonio.

La Alta Edad Media se revela como otro de los momentos históricos culminantes, con la elección por parte de Pelayo, Rey de Asturias, del valle de Valdolayés como emplazamiento ideal para emboscar y derrotar a las tropas de Munuza (año 724), gobernador árabe de Gijón, que se batía en retirada intentando ganar a tavés de nuestro territorio la antigua Vía de La Mesa. Según rezan las Crónicas de la época, tanto cristianas como musulmanas, sin duda el Rey contó con la participación activa de la población local, extremo éste recogido en la tradición oral del Concejo. Recientemente (2001) fue hallada una inscripción árabe en la parroquia de Tuñón, en hipótesis inicial adscrita a la época de la Dinastía de Los Omeyas, que podría referirse al general Abd-El-Malik, derrotado en 794 por Alfonso II El Casto en Los Llodos (Grau), al pie del citado Camín de La Mesa; ambas referencias vendrían a confirmar el carácter de encrucijada de Santo Adriano como punto de contacto entre los valles del Caudal, Nalón, Trubia y Cubia. En opinión de Javier Fernández Conde (Catedrático de Historia Medieval de la U. de Oviedo), la posterior consagración por parte de Alfonso III El Magno a los Santos Adriano y Natalia de la Iglesia de Santo Adriano de Tuñón, en el año 891, con su abadía, podría obedecer a un acto de conmemoración de los hechos referidos. Sin embargo, lo mas destacable de esta fundacíon áulica es la repercusión que tendrá posteriormente en la vida del Concejo, ejerciendo un férreo control sobre la población bajo la mitra ovetense, hasta que en 1589 se forma Ayuntamiento independiente con jurisdicción propia. Otra circunstancia histórica reseñable del Medievo guarda relación con un personaje de leyenda: el Conde Gonzalo Peláez, cuyos levantamientos en armas, en la primera mitad del siglo XII contra la autoridad de Alfonso VII, Rey de Castilla, le convirtieron en un personaje de leyenda para quienes pretendían sacudirse el yugo castellano. Una de sus fortalezas principales, el castillo de Buanga, hoy desaparecido, aún parece erigirse sobre el promontorio homónimo, en el límite con el Concejo de Oviedo, dominando las tierras bajas del Trubia y custodiando la puerta de entrada a Santo Adriano.

Hasta bien entrado el siglo XIX, la vida cotidiana permanece trazada por los ciclos estacionales que marca la economía de subsistencia de la Edad Moderna y la época preindustrial. Sin embargo, la puesta en funcionamiento de la Fábrica Nacional de Fundición de Cañones de Trubia, a mediados del citado siglo, además de las explotaciones mineras de las tierras altas del valle (en los Concejos de Quirós y Teverga), introducirá una creciiente especialización en el sector industrial de buena parte de la población masculina, tradicionalmente dedicada a las faenas del campo, que, no obstante, compaginará con el trabajo asalariado hasta bien entrado el siglo XX.

El reclutamiento de mano de obra entre la población de Santo Adriano provocará una primera oleada migratoria en el primer cuarto del XX hacia las áreas de incipiente industrialización de Asturias, en unos casos, y hacia las Américas en otros (sobre todo hacia Cuba y Argentina). Tras los duros años de la Guerra Civil y las penurias de la posguerra, nuevos y sucesivos contingentes de emigrantes abandonan el solar que les viera nacer: hacia el centro de Asturias en los años cincuenta, hacia los países del centro de Europa Occidental en los sesenta, y nuevamente en dirección a la ya consolidada área central urbana e industrial de Asturias desde los años setenta hasta el momento presente. Como resultado, la población actual del Concejo no llega ni al 20% de la censada en el año 1900.